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Honrar al hombre


En una de las épocas más oscuras de la evolución universal, la humanidad comenzó a olvidar las enseñanzas del Altísimo, los maestros llegaron a corromperse, el Padre de la Creación fue olvidado en las calles y los derechos de los hombres fueron pisoteados en el polvo. 

En esta época, los sacerdotes portadores de la sabiduría y el conocimiento se alzaron llenos de egoísmo y deseos personales, ofendiendo a la fuerza, la inteligencia y el amor divino

Justicia, Amor y Rectitud.

Fue entonces cuando una mente brillante apareció, era el Buda de la luz, quien abandonó su origen de riquezas y honores, y encontró el silencio en los bosques y las cuevas apartadas; y fue bendecido. Enseñó un conocimiento de vida superior, cuya base consistió en honrar al hombre. Simplemente, aprendió a conocer al hombre, y así su credo fue de justicia, amor y rectitud  

Sus palabras constituyen leyes de la vida y del crecimiento personal, y mostraremos algunas a continuación:

“El odio es cruel, pero si los hombres te odian no le des demasiada importancia; tú puedes convertir el odio de los hombres en amor, en piedad y en buena voluntad. La misericordia es tan inmensa como todos los cielos”

“Hay bien suficiente para todos. El bien destruye el mal; con hechos generosos avergonzamos la avaricia; con la verdad enderezamos las líneas torcidas que diseña el error, porque el error no es más que la verdad retorcida, que se desplaza por caminos equivocados”

“El dolor sigue a aquel que habla y actúa por obra de malos pensamientos, exactamente como la rueda sigue el pie de aquel que tira del carro”

“Es más grande el hombre que se conquista a sí mismo que aquel que destruye miles de hombres en una guerra”

“La nobleza del hombre se manifiesta en sus actos, cuando se comporta de la forma que cree que otros hombres deberían ser”

“A aquel que os hace mal devolvedle el amor más puro y el cesará de haceros mal, porque el amor purifica el corazón de aquel que es amado, tanto como purifica el corazón de aquel que ama”

Es evidente que estos sabios pensamientos son parte de las instrucciones del Santo Aliento para los hombres, por lo que hay que meditarlos y actuar en consecuencia. Ellos nos recuerdan otras enseñanzas sublimes, que prácticamente resumen parte de estos preceptos:

“Ningún hombre vive solo para sí, porque toda cosa viviente está unida con lazos indisolubles a toda otra cosa viviente. Si me preguntáis que es lo que el hombre debe estudiar, os contestaré debe estudiarse a sí mismo.., y cuando os hubiereis estudiado bien y me preguntéis que es lo siguiente que debe estudiarse, os contestaré debe estudiarse a sí mismo…. Quien conoce su ego inferior, conoce lo ilusorio del mundo, conoce que las cosas materiales son transitorias; y quien conoce su yo superior, conoce a Dios, conoce aquello que es eterno y nunca cambia”  

En ese contexto ¿Cómo podemos actuar de acuerdo con estas enseñanzas? ¿Cuál es el secreto para hacerlas parte de nuestra vida?

La ejecución de estos preceptos sagrados parece, a simple vista, bastante complicada en nuestros días debido a que somos prácticamente esclavos de las circunstancias, de manera que la implacable realidad de los hechos de la vida material nos limita en reconocer el poder que hay en estas enseñanzas sublimes, y lógicamente impide que estas se manifiesten como posibles en el día a día. Ello ocurre principalmente porque desconocemos el poder de practicar la pureza y el amor divino.

A pesar de esta percepción, si queremos acercarnos a la verdad, es importante darle a estas virtudes una oportunidad en nuestras vidas.

Tan importante como reconocer la pureza y el amor es conocer el poder de la maldad, el ego inferior, esa personalidad social y personal que nos es impuesta por las circunstancias y el entorno. La comprensión nos capacitará para reconocerla y protegernos de ella.

No obstante, la práctica es vital. La solución para escapar de esta esclavitud material está más a la vista de lo que parece, porque si observamos con precaución nos daremos cuenta que las mismas enseñanzas del Buda de la luz nos indican el camino a seguir. Trataré de explicarla aquí, de la manera más sencilla posible.

El secreto está en honrar al hombre. Debemos comenzar por conocernos a nosotros mismos, reconociendo nuestro origen divino. Somos un pensamiento de Dios, de la Creación, del Espíritu Infinito. Este reconocimiento nos dará conciencia del poder, la sabiduría y el amor que está en nosotros, así como de la Unidad de la Vida.

Una vez consagrado este pensamiento será mucho más fácil lograr que éste se manifieste en la vida material.

¿Crees que esto es muy difícil? Pues, no es así, la clave está en el poder de la voluntad. Cuando nuestra voluntad sea capaz de sujetar nuestros estados mentales y reine sobre nuestras decisiones y nuestra capacidad de actuar respecto al entorno, según nuestros deseos, lograremos el primer objetivo. 

Esta enseñanza es clave ya que al enfocar nuestro deseo a través de la concentración mental se manifiesta de manera imperativa nuestra voluntad, logrando el poder necesario para conquistarnos a nosotros mismo y escapar del dominio implacable de las circunstancias y el entorno.

El poder de controlar tus estados mentales te sorprenderá, estimulará tu seguridad y confianza, y cambiará tu percepción de la vida misma.

Una vez lograda esta primera etapa, el otro paso fundamental consiste en dar la oportunidad a la comunión con la mente universal, permitiendo que nuestra voluntad personal sea absorbida por la voluntad divina, integrándose con el Todo. Tomarás conciencia de lo que es la santidad, y todo el Poder, la Sabiduría y el Amor estarán en comunión contigo y a tu disposición.

Suena interesante, ¿verdad?

No te preocupes, no es tan complicado. Una forma sencilla de comenzar a hacerlo es lograr un estado apropiado de relajación e interiorizar el deseo de integración en un estado mental de armonía absoluta, utilizando pensamientos como el siguiente: “Rindo mi cuerpo a mi mente, rindo mi mente a mi alma, y rindo mi alma al Todo, al espíritu, a la inteligencia universal”, y paso a paso lograrás consagrar este estado mental.

Serás consciente de tu origen divino, de la unidad de la vida, y aprenderás que al Honrar al Hombre y la vida te estarás honrando a Ti Mismo.


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