¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué
significa la vida del hombre? Son preguntas recurrentes que nos hacemos,
tratando de encontrar un significado a la vida.
A pesar de que los grandes maestros nos han dejado sus
respuestas, no estamos satisfechos, o simplemente no creemos…

Desde el punto de
vista humano esta duda puede ser razonable, ya que en nuestra naturaleza se impone que sin experiencias o pruebas las respuestas son solo aparentes especulaciones.
La mayoría de nosotros conocemos la pregunta ansiosa del
salmista hebreo David, al Creador. En su octavo salmo medita, y de manera casi
desesperada, se dirige a su Dios diciendo ¿Qué es el hombre para que tú te preocupes
por él, o el hijo del hombre para que tú te dignes visitarlo? Allí, muestra el
salmista su interés en la búsqueda de respuestas sobre el hombre, su
contemplación del señorío de este sobre los seres de la tierra. Si..., le
inquieta el hombre..., la supuesta creación cumbre de la naturaleza.
En nuestra búsqueda, lecturas e investigaciones, encontramos
explicaciones múltiples sobre las preguntas precedentes. Pero, debemos aceptar
que nuestra capacidad intelectual es limitada para comprender lo que no vemos,
lo infinito o lo inmortal. Sin embargo, debido a la naturaleza diversa de los elementos que son parte de la
vida nos es posible indagar en otros planos, el espiritual, el cual debe
contener toda la sabiduría relacionada con el tema, pues teóricamente allí se
inició Todo…
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Busquemos entonces en el libro de los recuerdos de Dios, en
los registros imperecederos de la vida almacenados en la sustancia primaria del
espíritu, la llamada por los entendidos del tema la mente cósmica. Sólo los verdaderos maestros, mensajeros de
Dios, son capaces de sintonizar delicadamente con la Inteligencia Suprema, o
Santo Aliento, y tener acceso a este conocimiento divino. De ellos, respetuosamente, tómanos las citas siguientes, sobre el tema que hoy nos ocupa, el hombre.
Dicen los grandes maestros:
“…No ha existido ningún
tiempo en que el hombre no existiera. Si la vida del hombre hubiera tenido
principio, tendría que tener fin.
Los pensamientos de Dios no
pueden ser amurallados. Ninguna mente finita o intelectual puede comprender lo
infinito. Todo lo finito es mutable. Todo lo finito cesa de ser porque hubo un
tiempo en que no existió.
Los cuerpos físicos y las
almas de los hombres son finitos y por lo tanto o han de transmutarse
(modificar su nivel de vibración y cambiar de plano)
o ha de llegar un día en que no existirán más.
Pero el hombre, la deidad,
no es ni su cuerpo ni su alma, es espíritu, ¡parte del espíritu cósmico! El
Creador dio al hombre…, al ego humano, al espíritu hombre, un alma para que
pueda actuar en el plano intelectual consciente (mental) y un cuerpo para
actuar en el plano físico de las manifestaciones corpóreas.
¿Por qué el Creador dio al
espíritu hombre un alma para que pueda actuar en el plano intelectual
consciente? ….


- Es importante prestar mucha especial
atención a lo que será manifestado seguidamente aquí, pues los maestros recuerdan
que es sabiduría divina, transcrita directamente desde el libro de los recuerdos de Dios, desde el plano supremo de la vida espiritual.
…
¡El hombre es un pensamiento de Dios! Los pensamientos de Dios son infinitos.
No se miden en tiempo porque todo lo que se mantiene en el plano del tiempo
tiene principio y por lo tanto tendrá fin. Los pensamientos de Dios son desde
el pasado interminable hasta los días sin fin del futuro. Y así es el hombre,
el hombre espíritu.
Igual,
hacemos un nuevo paréntesis para explicar a los más neófitos interesados en el
tema que, salvando las distancias y el
respeto con la ley de correspondencia “como es arriba es abajo, y como es abajo
es arriba”, debemos aceptar que nuestros pensamientos son semillas mentales,
con nuestras mejores intenciones, sentimientos, emociones y deseos; pero que
solo la acción y esfuerzo pueden dar forma manifiesta, lo que incluye la
participación de la voluntad.
Así
pues, el hombre espíritu, como semilla del pensamiento de Dios, contiene en lo más profundo de sí
mismo los atributos de cada una de las partes de su origen creador.
Ahora
bien, las semillas del hombre, el hombre espíritu creado por Dios, son
perfectas; tan perfectas como perfecto sea quien les dio
su origen, pero no están desarrolladas en el plano de las formas manifestadas.
Igualmente,
el niño en el útero es tan perfecto como lo es su madre.
El hombre espíritu, el pensamiento de Dios, la semilla, debe ser sembrada
hondamente en un suelo que le permita crecer y desarrollarse, exactamente como
el capullo se desarrolla en una flor.
La
semilla humana, el espíritu hombre que procedió del corazón de Dios mismo, fue
designada para ser el señor del plano del alma y del plano de las cosas que
tienen forma corpórea.
Y
así pues Dios, el sembrador de todo lo que es y existe, arrojó esta semilla
humana en el suelo del alma, y ésta creció y el hombre llegó a ser alma
viviente. Así llegó a ser el señor de todo el reino del alma… Y, he aquí otro
gran secreto, este reino, el plano del alma, no es otra cosa sino el éter del
plano espiritual vibrando a mediana frecuencia, y es en el ritmo lento de este
plano que las esencias de la vida se manifiestan: los perfumes, los olores, las
sensaciones y todo lo que es emoción y amor.
Y
estos atributos llegan a ser la belleza del cuerpo.
En
el plano del alma el hombre tiene que aprender una multitud de enseñanzas, y
allí mora por muchas edades hasta que las haya aprendido.
Y
como el hombre perfecto tiene que pasar por todos los caminos de la vida se
manifestó en él su naturaleza carnal, una naturaleza que brotó de las cosas
materiales.
"Sin enemigos, el soldado nunca conoce sus fortalezas. El pensamiento debe desarrollarse por el ejercicio de la fortaleza".
Y
así esta naturaleza carnal pronto llegó a ser el enemigo con el cual el hombre
tuvo que luchar para llegar a conocer y ser la fortaleza de Dios en
manifestación.
El hombre es el señor de todos los planos en
manifestación: del protoplasma, del mineral, de la planta, de la bestia. Pero
él abandonó sus derechos inherentes simplemente para complacer a su ego inferior, su ego carnal.

Pero
el hombre deberá recobrar su estado perdido, su herencia, si bien recobrarlos será
una lucha que no es posible describir. Sufrirá penas y pruebas múltiples, pero él debe saber que las deidades (Querubines y Serafines) que gobiernan las estaciones del sol (las
edades) y los espíritus del Dios Omnipotente que gobiernan los astros solares
son sus protectores y sus guías que le
conducirán a la victoria.
El hombre será plenamente redimido, perfeccionado por sus luchas y sufrimientos en los planos físicos y del alma. Cuando el hombre haya conquistado el plano físico, su forma corpórea habrá cumplido su misión, por lo que desaparecerá y no existirá más.
Liberado de su naturaleza carnal, encontrará innumerables enemigos en el plano del alma, a los que deberá también vencer, uno a uno. Así, la esperanza será siempre su faro. El alma humana no fracasará porque Dios la guía y así su victoria es segura.
El hombre no puede morir. El hombre Espíritu es uno con Dios.
Cuando el hombre haya vencido a todos los enemigos del alma, la semilla habrá germinado plenamente, se habrá transformado en Santo Aliento. Entonces la forma alma habrá cumplido su misión y el hombre no la necesitará más....
.... Y, el hombre habrá alcanzado la bienaventuranza de la perfección y habrá llegado a ser uno con Dios… "
Estas enseñanzas, este conocimiento fascinante y divino, debe llenarnos de esperanza. El gran maestro, el amor de Dios hecho hombre, lo enseñó cada día. Debemos tener presente que su palabra nos muestra fundamentalmente este mundo espiritual, por ello también nos enseñó que sólo el poder de la fe puede mantenernos por el camino de pureza y amor que lleva de retorno el hombre a su origen.…
Y
aunque la lucha es gigantesca, no debemos temer, pues es nuestro destino.

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