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¿Es importante la PUREZA en nuestras vidas?





La verdad es tan relevante como simple. La pureza, desde el principio de los tiempos y de la vida del hombre, tiene la virtud de conducirlo de nuevo a su origen divino.

Los libros sagrados de la vida enseñan que desde la creación de la vida el hombre y el Todo eran uno, pero por pensamientos, palabras y obras carnales el hombre se apartó del Creador y se pervirtió. Dicen también los preceptos sagrados que sólo el Santo Aliento (Espíritu Santo) puede unirlos de nuevo, restaurando la armonía y la paz.

Y nada puede hacer al hombre uno con Dios de nuevo excepto el amor. Por ello, se ha mostrado al mundo el amor de diversas maneras y formas, incluso revistiendo al amor de forma carnal (El Cristo) para manifestarlo a los hombres, para que al tenerlo en su presencia puedan observar y comprender.

El único redentor del mundo es el amor. Pero el amor no puede manifestarse hasta que se haya preparado el camino, y no hay nada que pueda romper las rocas, rebajar las altas montañas y llenar las profundidades de los valles donde se ha manifestado el pecado excepto la pureza.

No es fácil para el hombre de hoy en día comprender la pureza de la vida. Las ilusiones y tentaciones materiales crean barreras difíciles de vencer. Por ello la Divinidad, en su infinita misericordia, también ha manifestado en la tierra la pureza de la vida. 

¿Por qué se ha manifestado también a los hombres la pureza de la vida? La respuesta, es tan sencilla como magnífica es su contenido espiritual; la pureza es el asiento del amor ¡Es pues imposible que puedas amar sin un corazón puro!

Por lo tanto, en el camino de nuestra evolución como especie es imperativo para los hombres de esta era observar las virtudes de la pureza, y actuar de acuerdo con los sagrados preceptos que de ella puedan comprender, ya que al manifestarla en sí mismos preparan el camino para abrir paso al amor fiel. Sólo entonces tendrán sentido para nosotros los mandamientos divinos, tales como “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

Pero ¿cómo se manifiesta la pureza? ¿Podemos encontrarla, observarla y comprenderla?

A pesar de ser preguntas aparentemente complejas, es más sencillo encontrar la verdad de lo que creemos. Se encuentra precisamente en las manifestaciones de la naturaleza misma, bajo el manto de la sabiduría; allí, donde residen los aparentes misterios de la vida. Encontrar la verdad no es seguramente el mayor problema para el hombre, manifestar en sí mismos las enseñanzas que descubre progresivamente es el gran reto que él tiene a lo largo de su evolución.

Es precisamente, en esos pálpitos que sientes eventualmente donde se manifiesta la pureza; cuando te deleitas observando al mundo, en las cosas sencillas de la vida, en las leyes de la naturaleza y su comportamiento. En la inocencia de los niños, en los alimentos sencillos, en una sonrisa, en el olor de las flores, en sentirte bien contigo mismo y con los demás; es decir, en las cosas que generan los estados mentales llenos de armonía cuando experimentamos los hechos sutiles de la vida. La pureza pues se manifiesta, invariablemente, en estados de armonía y paz personal.

Es relevante saber que la pureza no requiere sacrificios ortodoxos para ganarla, o para llegar a ella. Ningún pecado es borrado sacrificando las cosas o leyes de la naturaleza. El pecado es el lanzamiento del hombre a los caminos de la maldad y es contrario a las leyes divinas.

Si queremos liberarnos del pecado debemos desandar los pasos y encontrar el camino fuera de los fangales del error. Tenemos que retornar el camino y purificar nuestros corazones por medio del servicio y la rectitud, es así como alcanzaremos el perdón. Ésta es la esencia de la pureza.

El perdón es el pago de las deudas. Un hombre que hace algo malo contra otro hombre, contra las criaturas de la tierra y contra las leyes de la naturaleza misma nunca puede alcanzar el perdón hasta que enderece lo que ha hecho mal. Y nadie puede enderezar una cosa mal hecha sino aquel que la concibió mal hecha. Esto es una ley.

¿A qué nos llevan estas reflexiones?

Las conclusiones nos llevan a una grandiosa verdad que demuestra, una vez más, la grandeza de la misericordia de la creación. El hombre tiene la facultad divina de perdonar y de perdonarse a sí mismo cuando alcanza la pureza de la vida. La manifestación misma de armonía y paz interior que otorga la pureza del corazón es una bendición del Altísimo. Quien comprenda esta ley de la vida tendrá una de las llaves de la sabiduría, y abiertas las puertas de par en par para ver el camino de retorno del hombre a lo correcto, el perdón de los pecados mediante la búsqueda de la pureza. Consecuentemente, crea las bases individuales y colectivas para ser un recipiente y manifestar el amor.

En búsqueda del Origen del Hombre 🎯☝📖

Cuando los hombres de la tierra logren comprender las palabras de la vida, verán la luz, caminarán en la luz y serán la luz…, ¡Y entonces el hombre volverá a ser uno con Dios...!

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