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Estás satisfecho?

En la sociedad convulsionada en que vivimos si hay algo que la mayoría de nosotros deseamos sin cesar, y eventualmente luchamos por alcanzar, es un estado de satisfacción en el cual todo esté bien, nuestros problemas desaparezcan y la vida se convierta en una existencia llena de bienestar y alegría.

En ese momento, de acuerdo con nuestras expectativas, habríamos alcanzado lo que podríamos denominar una deseada paz mental.



Pero, ¿Es posible para nosotros alcanzar alguna vez un estado de satisfacción así? ¿Es la paz mental un estado tan deseable como parece, o tal vez lo imaginamos?

Aunque, eventualmente, nos guste creer que estamos haciendo progresos en esa dirección deberíamos también detenernos por un momento y preguntarnos ¿Qué es lo que haríamos cuándo por fin logremos alcanzarlo?

Si reflexionamos un poco sobre ello, nos daríamos cuenta que tenemos una percepción de que la persona más feliz del mundo pudiera ser aquella que ha cumplido la ambición de su vida y, por ejemplo, ha subido a la montaña más alta de acuerdo con sus metas. Pero, es en ese momento, después de disfrutar el logro podría convertirse en la persona más triste, porque ya no le quedarían montañas más altas que escalar.

Las cosas no suelen ser tan estrictas, pero, con este punto de vista, quizá debiéramos revisar nuestras ideas sobre lo que significan la satisfacción y la paz que buscamos, y encontrar una definición más razonable.

Algunos expertos, que estudian estos estados emocionales de satisfacción y paz mental, definen los propósitos como algo a experimentar activamente y nunca como una meseta sobre la que descansar una vez alcanzada la cima.

Esto se debe a que existe en nosotros una insatisfacción natural que nos conduce sistemáticamente hacia nuevas metas, y es en el proceso de alcanzar tales metas, y no en las metas mismas, donde encontramos la satisfacción y la armonía. Por ello, es importante reconocer esa insatisfacción divina que hay en cada uno de nosotros y manifestar toda su plenitud. 

Si observas con calma, te darás cuenta que se trata del impulso creador que a través de los siglos ha llevado a la gente a alcanzar mayores logros. No hacerlo tú mismo implica que estarás negando tu conciencia de la humanidad.

Siempre es conveniente recordar que esa divina presencia interior es parte de tu origen divino y constituye tu propia esencia, y ella contiene en sí misma las posibilidades que conducen a toda alegría de vivir. 

Debemos, por lo tanto, desechar cualquier idea que conduzca a limitar tu experiencia de la vida. No hay nada en ti que pueda separarte de esa divina presencia, no obstante, tu puedes obstruir el flujo de ésta en tu interior al ponerte limitaciones. Aquellos que la aceptan tienen mayores posibilidades de conocer una mayor alegría de vivir y un mayor bien en su vida.

Una forma sencilla de consagrar este pensamiento, aunque tú puedes usar cualquier otro método, consiste en utilizar una oración consciente, en forma de meditación, con fervor y convicción reflexiva. Por ejemplo, cómo se indica a continuación:

“Afirmo que el espíritu que hay en mi interior me guiará siempre por el camino de la vida feliz. Siempre dirigirá mis pensamientos, mis palabras y mis actos hacia los canales constructivos de la autoexpresión. Por siempre, me unirá a los demás en el amor, el respeto y la consideración de la vida como un camino hacia la perfección.

Vivo, me muevo, en el océano infinito de la vida perfecta, en la divina presencia interior de la que no puedo ser separado, y tomo mi ser de ella. Acepto la presencia divina como la mayor realidad. Sé que lo que conocemos como el reino divino está en mi interior.

Confió absolutamente en que la ley de la mente hará que mis mejores deseos se manifiesten en mis experiencias. Todo lo que necesito para ser feliz está ya fijado en la mente divina y es un hecho establecido”.


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Un Abrazo,

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