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La luz que ilumina el camino del Hombre.

La doctrina de la ley Universal ofrece preceptos sublimes sobre el camino del hombre en su evolución hacia la perfección de su origen. Los espíritus o poderes responsables de la creación hacen que todas las cosas vayan y vengan a su debido tiempo ¡Esto es una ley!


El sol tiene su tiempo para ocultarse, la luna para levantarse, para crecer y para menguar, las estrellas para ir y venir en su trayectoria dentro del círculo infinito del Universo al cual pertenecen, la lluvia para caer, los vientos para soplar. Las estaciones son cíclicas, todo lo que está en el dominio del tiempo tiene un principio y por lo tanto tendrá que tener un final. Esto es una ley.

La semilla tiene su tiempo y la cosecha el suyo; el hombre nace y muere.

Los espíritus poderosos que actúan en la creación permiten el nacimiento de las sociedades y de las naciones; las desarrollan hacia el poder más grande que para ellas sea posible, y cuando su tarea ha terminado las debilitan y las destruyen, colocándoles en sus ruinas. Esto no es un misterio, la historia nos muestra que los acontecimientos de la vida de una nación son muy variados. Si observamos con la atención debida nos daremos cuenta de que esto se manifiesta de igual manera para todas las cosas que existen.

La vida del hombre no escapa a esta ley. Todos disponemos eventualmente de tiempos placenteros con logros y triunfos, pero al final la realidad de la vida material se hace presente; no obstante, todo lo que ocurre conduce a un crecimiento para nosotros en el proceso de evolución.

El hombre espíritu, la deidad, fue creado para una misión noble, pero no pudo hacérselo completamente libre, lleno de sabiduría, verdad y poder. Tampoco fue presionado en exceso, ya que si fuese confinado a estrechuras de las que no pudiera liberarse sería un simple artefacto, un juguete cualquiera.

Los espíritus creadores del Altísimo le dieron al hombre la fuerza de voluntad, y así tiene el poder de la elección. Por ello, puede conquistar las más grandes alturas o hundirse en los abismos más profundos, porque lo que decida obtener tiene el poder de alcanzarlo.

Si el hombre desea fortaleza tiene en sí el poder para adquirir fortaleza; pero tiene que vencer resistencias para conquistar su ideal. Ninguna fortaleza se adquiere jamás en el ocio y el abandono.

Así, el hombre está inmerso en un torbellino de conflictos múltiples de los que debe desenredarse ¡Puede obtener lo que quiera, pero para ello tiene que vencer!

En cada conflicto el hombre adquiere mayor fuerza; con cada conquista es capaz de ascender a alturas mayores de evolución; pero debe saber que cada día trae nuevos deberes y nuevas preocupaciones.

El hombre, ni es llevado sobre abismos peligrosos que no pueda vencer, ni es ayudado a controlar a sus enemigos. Él es su propio ejército, su espada y su escudo; él es el capitán de sus propias huestes.

Los santos espíritus no hacen más que iluminarle el camino. El hombre nunca se ha quedado sin un faro de luz que lo guíe. Siempre ha tenido una lámpara encendida en su mano para que pueda ver y comprender las cosas que son peligrosas, los torrentes turbios y los abismos traidores.

Los espíritus del Altísimo han creído conveniente que cuándo el hombre necesite más luz, una gran alma venga para dársela.

Antes de los días de los vedas el mundo tuvo muchos libros sagrados para iluminar el camino. Cuando la vida del hombre necesitó una luz mayor aparecieron nuevas enseñanzas, después de los vedas aparece el avesta y otros libros sagrados en cada región y cultura para mostrar el camino hacia alturas mayores.

En el lugar y el tiempo debido apareció la historia hebrea, con su ley, sus profetas y sus salmos, para continuar iluminado el camino.

Los años pasaron y el hombre necesitó mayor luz, y en el tiempo correcto apareció la estrella de la mañana, el Príncipe de la paz, el mensajero que mostró la mayor luz al hombre hasta hoy. Fue la época de la manifestación de la pureza y el amor divino en la tierra; que aún titilan en nuestros corazones. En algunos las lámparas están más apagadas que en otros pero la semilla está allí, a la espera que tomemos la decisión de encenderla para iluminar nuestras vidas. Es nuestra voluntad quién decide que así sea.


La pureza y el amor, virtudes que se deben encender en los carbones de nuestro interior, que se queman en el altar del Uno Santo; y cuyo destino es que se conviertan en llama sin fronteras, en antorcha viva donde quiera que viva el hombre.

En las edades futuras, para muchos este tiempo está cerca…, el hombre escalará mayores alturas, se presentarán mayores retos y luces más intensas vendrán…. Y finalmente, en el momento preciso y cuando el hombre esté preparado para ello, un alma maestra y poderosa vendrá a la tierra a iluminar un tramo más del camino hacia el trono del hombre perfecto.

6 comentarios:

  1. Hola... que buen articulo. Dios te bendiga mi hermano querido.... a vencer, a vencerNOS!!!

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  2. Me gusto mucho tu articulo hermano querido, el hombre es la mayor creación de Dios y el le ha dado a través del tiempo las herramientas necesarias para su evolución.

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Gracias por participar en esta aventura,