Las herramientas del carpintero trata una metáfora cuyo desarrollo nos causa una agradable sorpresa sobre la formación de nuestro carácter.
Si.., no te sorprendas. En cierto momento en la vida nos preguntamos ¿Por qué somos así, cómo se creó nuestra personalidad? 0, ¿Por qué actúo de ésta u otra manera? ¿Por qué no soy cómo deseo, o en cierta manera diferente?
Aunque suele ocurrir en la madurez, las circunstancias pueden conducirnos a tener estos súbitos sobresaltos más temprano en nuestras vidas. Eso puede ser genial, ya que ese despertar es siempre para mejor en nuestra evolución personal y espiritual. La fábula que asocia las herramientas del carpintero con nuestra personalidad es una valiosa reflexión para esos momentos.
En la cumbre de ese despertar eventualmente nos azotan las ideas de cambio, de superación y evolución de nuestras actitudes, y mucho más importante de nuestra forma de pensar. He aquí esta valiosa reflexión.
En la cumbre de ese despertar eventualmente nos azotan las ideas de cambio, de superación y evolución de nuestras actitudes, y mucho más importante de nuestra forma de pensar. He aquí esta valiosa reflexión.
Relata un maestro que un día, hace más de 2000 años, mientras se dirigía a su taller de trabajo donde ayudaba a su padre,
un joven carpintero meditaba sobre sus herramientas de trabajo, y sobre ellas comentó…
”Estas herramientas me recuerdan aquellas que usamos en el taller de la mente, donde el pensamiento crea todas las cosas y construye el carácter.
… Usamos la escuadra para medir todas nuestras líneas, para poder enderezar los sitios torcidos del camino y cuadrar nuestra conducta. El compás nos sirve para trazar círculos alrededor de nuestras pasiones y deseos a fin de mantenerlos dentro de los límites de la rectitud. Empleamos el hacha para cortar las partes nudosas, inútiles y feas, para dar simetría al carácter. Usamos el martillo para empujar adelante la verdad y martillar profundamente de modo que entre a formar parte integral de nuestra personalidad. Utilizamos el cepillo para pulir las superficies ásperas y desiguales en las junturas, los maderos y las tablas que han de construir el templo de la verdad.
... El formón, la cuerda, la plomada y el serrucho, todos tienen su uso en el taller de la mente… Y finalmente esta escalera con su trinidad de peldaños: fe, esperanza y amor, con ella ascendemos a la cúpula de la pureza de la vida.
… Y por la escalera de doce peldaños ascendemos hasta alcanzar el pináculo, objetivo final en cuya construcción usamos la vida: el templo del hombre perfecto”.
En la época presente, para muchos el filo de la era de acuario, filósofos y pensadores insisten en la rígida relación entre los pensamientos y la formación del carácter, tal cómo de manera tan sencilla lo explicó aquel joven y sabio carpintero.
En innumerables estudios y reflexiones se concluye que 'el hombre es literalmente lo que piensa', siendo su carácter la suma de todos sus pensamientos. Así, y no puede ser de otra manera, cada acción que realiza brota de las semillas invisibles del pensamiento que ha sido anidado sistemáticamente en su corazón, de manera que los hechos no pueden existir sin ellos y consecuentemente se manifiestan en su vida, dando lugar a su felicidad o sufrimiento.
En ese contexto, debemos recordar que el desarrollo del hombre está gobernado por leyes naturales. La mente es creadora y las condiciones, el ambiente y todas las experiencias en la vida son el resultado de la actitud mental habitual o predominante. Y esta actitud mental depende necesariamente de lo que pensamos.
¡Esto es simplemente maravilloso ya que nos revela, desde tiempos antiquísimos, que disponemos del secreto de todo poder, ya que todo logro y toda posesión dependen de nuestra forma de pensar!
Un carácter admirable no es asunto de azar, ni se construye de manera automática, sino que es el resultado natural de un consistente esfuerzo y promoción del hábito en albergar pensamientos correctos. El efecto de una muy larga y apreciada asociación con pensamientos admirables y una lucha permanente para modelar nuestro carácter para evitar conductas cuestionables y faltas de nobleza, evidentemente forjadas como resultado de pensamientos viles albergados continuamente.
Por ello, es nuestro reto transformarnos y regenerarnos si es necesario, adaptándonos a las solicitudes de nuestro tiempo. La creación nos habilitó para ello, con poder, inteligencia y voluntad. Sólo después de buscar en lo más profundo de nuestro ser, mediante un consistente auto-análisis, encontraremos la verdad sobre nuestro comportamiento y se comprobará que nuestra conducta no es más que el reflejo de nuestros pensamientos habituales, y que estos forjan nuestro carácter, modelan nuestra vida y construyen nuestro destino.
Por lo tanto debemos vigilar, controlar y alterar de ser necesario nuestros pensamientos, siguiendo el rastro de sus efectos en nosotros mismo y en nuestras circunstancias.
Y una forma fácil de hacerlo es recordar las herramientas del carpintero, para enderezar los pensamientos torcidos, encerrar nuestras pasiones y deseos para dar simetría al carácter, sembrar profundamente la verdad dentro de nosotros, eliminar los pensamientos inútiles, aliñar nuestro pensar con fe, esperanza, amor, y contribuir con nuestro destino divino: hacer de nuestra vida el templo del hombre perfecto.
“De todas las maravillosas verdades del alma que han sido recuperadas y re-descubiertas en esta era, ninguna más grandiosa y fecunda de divina promesa y esperanza que ésta – el hombre es el amo y responsable del pensamiento, forjador del carácter, generador y modelador de condiciones, entorno y destino”.
James Allen
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